Nuestro cerebro emite ondas electromagnéticas.
Mis primeros conocimientos metafísicos tuvieron como fuente el extraordinario libro "Manos que curan" de Barbra Ann Brennan. Explica que la recuperación que sentimos al dormir se debe al hecho de sintonizarse nuestro cerebro con las ondas que emite la Tierra. La frecuencia de esas ondas, en la época en que fue escrito el libro, era de 7,82 Hz (ciclos por segundo); parece que esta frecuencia se está incrementando. Como indica Sri Yukteswar en su libro La Ciencia Sagrada, en la época actual de Dwapara Yuga (año 316 Dwapara), todo el sistema solar está recibiendo una radiación energética creciente, proveniente del centro de la Galaxia.
El cerebro de un ser humano, en el estado ordinario de vigilia, emite ondas de tipo "beta", cuya frecuencia oscila dentro de un rango entre 14 y 34 Hz. Durante el sueño, si no se ve afectado por emisiones de aparatos electrónicos u otras causas, el cerebro va disminuyendo el ritmo hasta sintonizarse con la frecuencia ambiental, alrededor de 8 Hz. De esta sintonia surge la fuente de energía que reabastece el cuerpo y permite su descanso y recuperación. Macabras experiencias nazis en la segunda guerra Mundial pusieron de manifiesto que si se privaba a una persona reiteradamente de alcanzar este estado, la persona fallecía a las pocas semanas.
Se ha constatado que las personas avanzadas en la meditación experimentan una elevada emisión en ondas "gammma". Estas ondas tienen una frecuencia bastante mas elevada que las ondas "beta". Se han asociado estas ondas a momentos de elevada creatividad e inspiración.
La Física enseña que la energía de una onda depende de la frecuencia y del cuadrado de la amplitud, lo que implica que la energía de estas ondas gamma puede ser más de cien veces superior a la correspondiente a ondas alfa o delta, propias de estados incipientes de meditación.
Podemos preguntarnos ¿De dónde surge esta energía? Si la energía procediera del propio meditante, podría esperarse que después de la meditación debería estar exhausto. La experiencia indica todo lo contrario. Un periodo meditativo profundo siempre es reconfortante y recuperador. Así pues, si la energía no proviene del meditante, tiene que venir del exterior, de ese mar cósmico de energía vital o "pránica" que nos rodea. Si en la noche nos sintonizamos inconscientemente con la energía de la Madre Tierra, en la meditación profunda el yogui avanzado, conscientemente, calmando su mente, su respiración y su ritmo cardíaco, se sintoniza con esta fuente inagotable y gratuita de energía, sanando en el éxtasis, su cuerpo, su mente y su espíritu. Es esta energía vital, que conforma todo el mundo (cielo) astral, la que da y mantiene nuestra vida. El yogui que se nutre constantemente de esta energía puede observar el paso de los años sin deterioro.
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