NARIZ
Y CAVIDAD NASAL
LA NARIZ
La nariz se extiende desde su origen en
el entrecejo hasta su terminación en la punta, donde se encuentran las dos
aberturas conocidas como orificios nasales o narinas.
Muchos eruditos en sanscrito traducen la
palabra “nasikagram” como “punta de la nariz” y así ciertos enseñantes actuales
recomiendan a sus alumnos enfocar sus ojos en esa dirección como parte de sus
enseñanzas relativas a la meditación. Sri Yukteswar solía referirse a este
hecho con frecuencia, señalando que la palabra en cuestión significa el “origen
de la nariz”, es decir, el entrecejo, donde está ubicado el ojo espiritual o
polo positivo del sexto chacra. Decía: ya es bastante complejo el yoga como
para, además, volver bizcos a los practicantes.
El esqueleto que
soporta la nariz está formado por diversos huesos y una parte cartilaginosa. La
porción cartilaginosa comprende cinco cartílagos principales: dos laterales,
dos alares (narinas) y un cartílago central que forma parte del tabique nasal.
Los cartílagos alares tienen forma de U y bajo la acción de los músculos de la
nariz pueden aumentar o disminuir el tamaño de los orificios nasales.
La nariz es
un órgano que, además de las principales funciones respiratoria y olfativa,
también realiza función defensiva y fonatoria.
Las cavidades
nasales presentan diversas estructuras o irregularidades en su interior que
tienen como fin producir diversos efectos.
El estrechamiento que se produce tras los
orificios nasales se conoce como válvula nasal y su efecto, unido al de los
cornetes y meatos, ayuda a establecer un mayor contacto entre el aire entrante y
la mucosa que recubre la pared interna de las cavidades nasales. Con respecto a
la función respiratoria, el aire debe ser filtrado, calentado y humidificado, a
fin de facilitar la función pulmonar. Para cumplir con la función olfativa, el
aire debe ser conducido hacia la parte superior de la cavidad nasal donde se
encuentran los nervios olfativos. La mucosidad y los pelillos ayudan a retener
el polvo y las partículas nocivas.
TABIQUE CENTRAL
Un tabique central separa los dos
orificios nasales de tal forma que en la parte anterior y media de la cavidad
nasal los flujos de aire que circulan por ambas cavidades no se comunican. Solo
en la parte posterior de la cavidad nasal los dos conductos confluyen uniéndose
al dejar atrás el hueso vómer, que en esta parte posterior describe la forma de
un leve arco.
El hueso etmoides, además de su sección vertical implicada en el tabique, posee una sección horizontal que conforma la parte superior central de las dos cavidades nasales y que está atravesada por cierto número de pequeños orificios por donde los nervios olfativos alcanzan el bulbo olfatorio, ya en la parte interna del cerebro. Esta zona del etmoides se denomina zona cribosa. Fortaleciendo la estructura de este hueso existe por encima, en su parte anterior, una pequeña protuberancia que constituye la cresta del etmoides.
Mientras el tabique central de la nariz
no presenta irregularidades, ya que es esencialmente plano, las paredes
laterales de la cavidad nasal se caracterizan por poseer unas protuberancias
óseas bastante porosas, llamadas conchas nasales o cornetes. Su número y forma puede ser variable, siendo lo más común
que sean tres.
La geometría de las protuberancias que
conforman la cavidad nasal y la actividad de la válvula nasal determinan la
naturaleza del flujo del aire que se respira. Los cornetes dificultan el paso
del aire generando turbulencias que facilitan la humidificación y el
acondicionamiento de temperatura del aire inhalado. Su nombre en inglés, turbinate bone, hace más justicia a su
función.
La forma de los cornetes es
principalmente, longitudinal en su parte central, con una sección recta en
forma de arco descendente. En los extremos anterior y posterior, su orientación
hace que el aire entrante utilice preferentemente la parte superior de la
cavidad nasal, mientras que el aire saliente recorra la parte inferior. Así, en la inhalación, el flujo del aire
recorre principalmente la zona central y superior de la cavidad nasal (meatos
medio, superior y área olfativa) y en la exhalación, se hace predominante el
flujo en la zona inferior (meatos medio e inferior).
Además de estos factores anatómicos, los
estímulos nerviosos, posturales e incluso hormonales, así como la edad, las condiciones
ambientales o el estado de conciencia, también pueden influir en el flujo
respiratorio nasal.
SENOS PARANASALES
Los senos
paranasales son una serie de cavidades que se encuentran en los huesos
maxilar superior, etmoides, esfenoides y frontal, que tienen comunicación con
la cavidad nasal.
Están
recubiertos por mucosa respiratoria, aunque su espesor es menor de lo habitual
ya que posee menos vasos sanguíneos, menos glándulas y una inervación más
escasa que la ordinaria mucosa respiratoria que constituye la pituitaria roja.
Los senos paranasales reducen el peso
del cráneo y dan mayor resistencia en caso de traumatismo facial.
El moco que se produce en el interior de
los senos es arrastrado por la actividad ciliar hacia las salidas de drenaje.
Los senos frontal, maxilar y etmoidal anterior, drenan en el meato medio
discurriendo el moco sobre el cornete inferior hacia la naso-faringe. El seno
esfenoidal y las celdillas etmoidales posteriores vierten su contenido en el
meato superior.
Los senos paranasales cumplen cierta
función fonatoria. La formación de sonidos armónicos que acompañan al sonido
principal es lo que da un timbre característico a cada persona. Una misma
persona ve alterado su sonido en función de lo vacíos o llenos que se
encuentren los senos, como se pone de manifiesto cuando sufrimos un resfriado.
CICLO NASAL
Se conoce como ciclo nasal la congestión y descongestión alternante que sufren los
conductos nasales. Periódicamente, el flujo de aire se hace predominante por
uno de los dos orificios nasales, alternándose la preponderancia de éstos, en
intervalos que oscilan entre cuarenta minutos y cuatro horas, aproximadamente.
Además de la forma específica de los
cornetes, existen razones ambientales y más sutiles -que guardan relación con diferentes
estados de conciencia- que hacen que el aire fluya más en un lado que en otro;
en la zona alta o baja de las cavidades nasales; o con mayor o menor
intensidad.
Yogananda enseñaba que era conveniente
respirar más por la narina izquierda durante el día, ya que el movimiento está
asociado a la fuerte corriente ascendente pran,
del canal nervioso ida. En la noche,
la corriente descendente apan, del
canal nervioso píngala, estimula la
respiración por la narina derecha. Para
facilitar este hecho, creo que es conveniente dormir sobre el lado izquierdo.
Los flujos provenientes de los senos paranasales obstruirán, entonces, la
cavidad nasal izquierda dejando libre la derecha. Esta postura, sobre el lado
izquierdo, tiene la ventaja adicional de liberar de presión al hígado,
permitiendo una mejor recuperación nocturna y facilitando el drenaje de sus
fluidos al intestino -si hay digestión residual.
En concordancia con el párrafo anterior,
Swami Kriyananda, en su libro Raja Yoga dice: “Cuando
utilices el ejercicio de la respiración alterna para aumentar la conciencia
espiritual interior, inspira solo por la fosa nasal izquierda y espira solo por
la derecha”.
PITUITARIA ROJA
Toda la estructura ósea y cartilaginosa
del tabique central y de las paredes laterales de la parte intermedia e
inferior de la cavidad nasal se encuentra recubierta por la mucosa respiratoria,
una membrana muy rica en vasos sanguíneos, lo que le confiere su color rojizo.
Debido al color y a que es generadora de mucosidad, se la denomina pituitaria roja. La palabra pituitaria
significa “generadora de moco”.
El moco que segregan las glándulas es en
un 95% agua; la viscosidad y elasticidad de debe a una glicoproteína de alto
peso molecular denominada mucina (4%) y el resto inmunoglobulinaA, lisozima,
lactoferrina e interferón. La inmunoglobulina destaca por constituir la primera
línea de defensa del sistema inmunitario. La lisozima es una enzima de poder
bactericida que también se encuentra en las lágrimas y en la saliva. La
lactoferrina es una proteína que también colabora en la actividad
antimicrobiana impidiendo que los microbios asimilen el hierro que precisan. El
interferón es un agente antiviral.
En la pituitaria roja no se experimenta
sensación olfativa.
En la parte anterior de la nariz, el
vestíbulo nasal, las vibrisas o finos pelillos se encargan de atrapar las
partículas de polvo y otras impurezas de mayor tamaño. La acción de filtrado se
completa con la adsorción de las impurezas restantes (bacterias, polvo fino,
toxinas, alérgenos, virus) sobre la secreción que genera la mucosa nasal. Un
movimiento mucociliar de la mucosa permite ir arrastrando estas impurezas hacia
la zona faríngea.
La función de los vasos sanguíneos y de
las glándulas secretoras de moco es, por una parte, acondicionar el aire
inhalado dotándolo de la adecuada humedad y temperatura, y por otra, recuperar
calor y humedad del aire exhalado.
PITUITARIA AMARILLA
La pituitaria
amarilla está constituida por la mucosa olfatoria que se extiende
principalmente por el techo de las fosas nasales: base inferior horizontal
cribosa del etmoides; porción dorsal del cornete superior; y la zona más
craneal del tabique nasal. Ocupa una superficie entre 2 y 5 cm2 y
contiene las células nerviosas olfativas, las cuales poseen una extraordinaria
capacidad de regeneración gracias a la proteína morfogenética ósea, cuyo origen
está en la secreción del hueso etmoides.
En los animales que poseen una amplia superficie
olfatoria (macro somáticos), el sentido del olfato está relacionado con la
búsqueda del alimento, el estímulo sexual o la detección de sus depredadores,
principalmente. En los seres humanos la superficie olfatoria es pequeña (animal
micro somático), de dos a tres centímetros cuadrados en cada fosa nasal.
La mucosa olfatoria está formada por dos
capas separadas por una membrana: el epitelio y la lámina propia. La superficie
del epitelio está recubierta por una película de moco que mantiene húmedas las
vesículas olfatorias. Estas vesículas poseen cilios que con su movimiento
facilitan la unión de las moléculas olorosas, una vez disueltas en el moco, con
los receptores sensoriales.
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